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"[...] un cineasta es como un vulgar mirón, un voyeour. Es como si la cámara fuera la cerradura del dormitorio de tus padres y tu los espías y te sientes asqueroso, te sientes culpable pero no puedes dejar de mirar [...]"

Paper Moon





“Aún me debes mis 200 dolares”, esta es la frase con la que sin duda podemos identificar este gran largometraje de unos de los directores cinéfilos por excelencia, P. Bogdanovich, quien nos sorprende en este caso con una película bien realizada, un título casual (fue elegido por una canción de similar nombre que podemos escuchar en su transcurso) y un denotado equilibrio.

Ambientada en la Gran Depresión, Paper Moon nos cuenta la historia de Moses Pray (Ryan O’Neil), un particular estafador que ve cómo su vida se altera y simultáneamente se complementa cuando una niña, Addie Loggins (Tatum O’Neil), entra repentinamente a formar parte de ella. Ambos se convierten en perfectos “amantes” dentro de un juego de estafas que orienta la película hacia una agradable comedia en la que Addie, que como podeis imaginar no es una niña cualquiera, tomará un gran protagonismo y generará un gran sentimiento de complicidad, tanto con su reciente compañero de fechorías como con el espectador.

A nivel interpretativo tenemos que, en primer lugar, subrayar el gran trabajo de Bogdanovich en la dirección de los actores, ya que gracias a su empeño por conseguir el resultado esperado se nos ofrece una conjunción interpretativa de gran talante. Dentro de éste elenco podemos señalar prácticamente de rodillas y en pose de alabanza a una Tatum O’Neil, que, con un merecido Oscar a la mejor actriz secundaria, nos trasmite a una más que creíble niña de 9 años capaz de emocionar, encandilar y convencer al espectador de un papel que si se mira en frío puede parecernos excesivamente provocativo. Por tanto, una realización impecable, y desde mi punto de vista cuasi insuperable, por parte de esta bien dirigida niña de escasa edad que empezó aquí una carrera cinematográfica que se tiñó de enormes decepciones.

Tampoco podemos obviar personajes como el de Moses Pray, muy bien llevado a cabo por un Ryan O’Neil que encarna al estafador con gran contundencia y aceptación del mismo, hasta el punto de lograr esa meta a la que aspira todo actor, la de “fusionar” en un solo ser a intérprete y personaje. Más de lo mismo podemos decir para Madeline Kahn en su papel de Trixie, que supera las dificultades y capta la atención en su no fácil tarea de trasladarnos a la exuberante “bailarina exótica”.

Si nos introducimos en el aspecto técnico podría atreverme a empezar y concluir con una única palabra, “espléndido”, sin embargo voy a ir más allá y voy a intentar resaltar algunos de los aspectos más llamativos y destacables del largometraje dentro de este ámbito.

En primer lugar podríamos hablar de una extraordinaria textura visual ofrecida a través de una fotografía en blanco y negro proveniente de Laszlo Kovacs, quien logra transmitirnos una gran fuerza artística como consecuencia del fantástico tratamiento de la imagen. En igual medida podemos decir que a través de un buen montaje y un fresco guión se dota de fluidez a la película y se nos presentan una serie de gratos movimientos de cámara que van desde el plano fijo hasta el travelling y que vienen acompañados de una gran profundidad de campo, significativos primeros planos, acusados reencuadres que nos trasladan de planos de detalle a planos generales así como de la presencia en diversas ocasiones de espejos para tratar el recurso del fuera de campo.

Igualmente tenemos que decir que la película logra transmitir satisfactoriamente el ambiente de la Gran Depresión, presentando, tanto a través del guión como de los diferentes planos y secuencias, un escenario de carencias y necesidades que se desarrolló a lo largo de ese periodo.

Del mismo modo (y a día de hoy) este largometraje, como muchos otros, nos permite estudiar las ciudades, vestuario, rudimentos, vehículos y un sin fin de curiosidades del momento que trata. Aunque si hablamos de detalles anecdóticos tenemos que apuntar que los cigarrillos que Addie fuma durante la película no son de nicotina, sino de lechuga, gracias a los cuales y a los diferentes gestos así como a su relación con Moses, se nos consigue mostrar a una niña adulta que nos embelesa con cada matiz de su interpretación.

Finalmente, me gustaría concluir diciendo que a pesar de las críticas recibidas por este film de gran intensidad en su categoría de comedia dramática, sobre todo en lo referente a la falta de fuerza en algunos momentos del largometraje (ya que se la acusa de poseer “baches rítmicos”), nos encontramos ante una película de gran talante subversivo, que consigue convencernos de que el camino menos ortodoxo es en este caso el más adecuado.

2 comentarios:

Laura dijo...

Qué curioso y llamativo resulta el personaje de la niña, sin duda, no es para nada normal.Eso hace más interesante la película, además de tanta alabanza por tu parte. Creo que debería verla cuando tenga oportunidad ^-^
Una pregunta, ¿de qué año es? (vale, ahora que lo pienso es una pregunta estúpida, lo puedo mirar yo en internet...). El que sea en blanco y negro me ha hecho preguntármelo.

Por cierto, no sé si será problema de mi ordenador o de internet, pero no se me carga bien la página y no puedo comentar en Moulin Rouge!! No sé si a otra gente también le pasará...Espero que con Delicatessen no me ocurra lo mismo, esa tengo especial interés en comentarla y sobre todo en ver lo que los demás comentan ^-^

Un saludo!

Kiryu dijo...

Laura, la película es de 1973, aunque como ya he dicho está ambientada en la Gran Depresión. Con respecto a lo de que no se te carga bien la página...lo he consultado con otras personas y con Mozilla Firefox al menos no tienen problema.

Si alguien más tiene este tipo de complicaciones os ruego que me lo comuniqueis para solventarlo lo antes posible.

Un saludo!

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